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Rosalina Davis- Persona Notable

Gran empresaria, trabaja incansable para elevar el nivel de educación de su gente, auténtica líder de la ciudad de Placentia y del Sur de California

 

Con determinación, desde niña, observa y resuelve la vida que quiere tener. Logra ingresar a la Universidad Estatal de California, Fullerton, CSUF, contra viento y marea y se convierte en luz y ejemplo de su familia y comunidad. Y por los retos que ella vive, ingenia un evento para poder ayudar a más latinos a que se gradúen de CSUF, y crea un torneo de golf para recaudar fondos para dar becas a latinos. Hoy día, 25 años después, ese torneo ha recaudado casi un millón de dólares y ayudado a miles y miles de latinos a concretar sus sueños de una vida mejor a través de la educación.

Su emblemático Tlaquepaque le da aún más alas a su generosidad, con el apoyo incondicional de su esposo, crea el Festival del Tamal, evento que ya cumple 20 años y se realiza cada diciembre. Sabe que en ese escenario festivo y cordial, su comunidad se reúne, disfruta de su tradición, ahonda amistades, y genera negocios. Rosalina, con ingenio, determinación y amabilidad sigue cambiando a su comunidad y contagiando a otras para beneficio y bienestar de todos.

 

“Como voluntario, ex-concejal y ex-alcalde, he trabajado con Rosalina Davis durante muchos años en la ciudad de Placentia. La comunidad de negocios -de hecho, toda la comunidad- debe sentirse afortunada de tener a un individuo como ella. Rosalina es una de las verdaderas líderes en Placentia como se evidencia por su participación en grupos como la Cámara de Comercio y la Asociación de Comerciantes, de las que fue su Presidente, también dirige el Festival del Tamal, evento realizado en nuestra ciudad cada diciembre y que siempre es un gran éxito. La pasión y dedicación de Rosalina nunca terminan. Y lo más importante, Rosalina hace que todos a su alrededor sean mejores – señal inequívoca de un verdadero líder”  – Scott Nelson, Councilmember – City of Placentia.

 

 

Sus abuelos, oriundos de Guanajuato emigran a los EE.UU. en 1922 en busca de una vida mejor. La familia tiene nueve hijos, Cecilia Delgado, es la mayor y llega al Condado de Orange en pleno apogeo del cultivo de naranjas. Todo empresario se sentía atraído por esta nueva y dorada promesa de que “el dinero crecía en los árboles de naranja”. Ese cítrico le dio su nombre al condado. Las plantaciones lucían como cascadas verdes y doradas que bajaban por cerros ondulantes y se extendían a lo largo de la llanura costera en filas ordenadas, separadas por cortinas rompevientos de árboles de eucalipto, impregnando al condado con su patrimonio fragante.

 

La familia se radica en Peralta Hills y a su abuelo lo emplean de inmediato. “Mi abuelo era muy buen trabajador y tenía mucho conocimiento de la siembra. Él empezó muchas de las plantaciones de naranjos en Peralta Hills y Anaheim Hills y creó un sistema de riego muy eficaz, el terreno no era plano, tenía muchas lomas y no sabían cómo irrigar bien toda la zona. Mi abuelo conocía la tierra, el sol; sus patrones lo querían y valoraban mucho”, dice Rosalina Davis. Trabajó por 20 años, sus hijos crecieron y empezó la depresión en el país. Se comenzaron a ver largas líneas para recibir un plato de caldo que el gobierno daba, no había trabajo ni dinero. Su abuelo resuelve regresar a Guanajuato con toda su familia, México estaba floreciendo. Su madre, Cecilia Delgado, la mayor de la familia, conoce a un muchacho del pueblo, al tiempo se casan y tienen cinco hijos. Rosalina es la más pequeña y cuando tiene casi dos años de edad, su papá muere en un accidente en el campo, tenía 32 años. Su madre, devastada, resuelve regresar a California con sus cinco hijos, lugar donde creció y se educó Rosalina.

“Mamá tuvo que trabajar en dos o tres lugares, todos crecimos muy bien y como yo era la más chica pues no sentí tanto el cambio, llegué de tres años, las más grandes tenían ya 14 y 15. Ellas también tuvieron que trabajar para ayudar con la familia, éramos seis en la casa”, dice Rosalina.

 

¿Tenía tu mamá familiares acá?

Sí, estaban todos sus hermanos porque ellos habían regresado a los EE.UU. al poco tiempo de llegar a Guanajuato. Así que tuvo su compañía y ayuda moral de parte de ellos.

 

“Cuando mamá se retira de trabajar regresa a México a cuidarlos, nosotros ya éramos grandes. Mi abuela vivió hasta los 89 años y mi abuelo hasta los 103. Ella estuvo muy contenta atendiéndolos y a pesar de que ya murieron sigue en México. Tiene muchas amigas, y hasta a un hermano, está feliz, luce como de 50 a pesar de que en noviembre cumplirá 90. Mi mamá es una “fashionista”, se viste hasta con guantes, es delgada y chiquita, se la ve muy curiosita”, dice Rosalina con mucho amor.

¿Fue difícil adaptarte a esta cultura?

A mí siempre me ha gustado la escuela y cuando llegué aquí yo no hablaba inglés, pero no me acuerdo de haber sufrido al entrar a la escuela. Me adapté fácil y rápidamente. De lo que sí me acuerdo es que mis hermanas y mi mamá se iban a trabajar, y yo de cinco años me levantaba, me vestía, me hacía el desayuno y partía a la escuela.

 

¿Dónde vivían?

En Orange Olive, entre Orange y Anaheim Hills, fui a la escuela Olive Elementary, mi mamá estudió en esa escuela también. La casa estaba muy cerca, en dos, tres minutos llegaba. Y cuando regresaba, la casa estaba vacía, todas estaban trabajando.

 

Rosalina tiene tres hermanas mayores, le sigue un hermano y luego viene ella. Todos sus hermanos la consentían y cuidaban mucho cuando chiquita. Rosalina continúa sus estudios en Portola Junior HS, después la familia se traslada a Anaheim, ella ingresa a Katella H.S. en donde se recibe. Su mamá se graduó del 8vo grado de Orange H.S. (ahora Chapman College). Cuando regresó de México, consiguió un empleo en la fábrica de tenis Vans, y por ser tan trabajadora la ascendieron pronto a supervisora. “Yo veía a mamá levantarse a las 5 de la mañana todos los días, era como una hormiguita, siempre trabajando y muy responsable, con una ética de vida y trabajo, ¡impresionantes! Hasta cosía en máquinas industriales telas de tenis muy gruesas y llegaba a casa rendida. Al verla así yo me decía -yo no quiero esto para mí, yo quiero una vida mejor”, recuerda Rosalina.

 

Cuando te recibes de la secundaria ¿qué haces?

No sabía qué hacer. Y en aquel entonces, yo era una de las pocas latinas en esa escuela, a mí nadie me incluía. Si bien no sabía qué hacer, sabía que quería una vida mejor. Fui a un consejero de la escuela y le dije que quería ir a la universidad y me respondió “¿para qué?, ¿para qué quieres ir a la universidad?”.

 

Cuando promotores de CalState Fullerton visitaron Katella H.S. para informar sobre la universidad, Rosalina les dijo que quería estudiar allí, y un consejero le preguntó: ¿Qué clase de grados tienes? Una C, 2.0? “Creo que está mejor que eso”, le contestó. 2.8? “No mejor que eso. Creo que tengo 3.5, o algo así”, le respondió con timidez. El consejero se sorprendió. Ellos la ayudaron paso por paso, por eso pudo ingresar a la  Universidad de CalState Fullerton.

Tiene que haber sido un cambio muy difícil para ti.

No, a mí me encantaba la escuela, me deslumbró ese ambiente, crecer, desarrollar más la mente, tuve la oportunidad de compartir mi vida con todos esos jóvenes y profesores, ¡me fascinaba!

 

¿Pudiste hacer amigos allí?

Sí, nacieron grandes amistades que aún tengo, un 18% de los alumnos eran latinos. Me encantó el verano que fui a estudiar a Barcelona con un grupo de amigas. Fue el mejor verano de mi vida, ¡aprendí tanto!, me di cuenta que habían muchas otras cosas en el mundo, otros horizontes.

 

¿Qué carrera eliges?

Completé primero los dos años de educación general, y lo hice muy bien. Pero después seguía sin saber qué carrera estudiar. Muchas de mis amigas querían ser profesoras así que opté por esa. Fui a la escuela de nuevo para lograr el credencial y no me gustó. Pero me decían ¡no importa¡, puedes cambiar de carrera dos o tres veces más.

 

¿Cuánto costaba estudiar en la universidad?

Cobraban 80 dólares por semestre en aquel entonces y como vivía con mamá podía pagarlos, costaban más los libros pero logré algunas becas y algo de ayuda financiera el primer año. Ese año me hice de relaciones, porque he aprendido que todo es a base de relaciones, y me dieron un trabajo de tiempo parcial allí.

 

¿Fue ese tu primer trabajo?

No. Cuando tenía 15 años una amiga de mi mamá trabajaba en un restaurante, yo le ayudaba y ganaba algún dinero. Y, cuando cursaba el tercer año de la secundaria, llegó un representante del Banco de América y dijo “vamos a abrir cuentas a todos”. Puse en esa cuenta el dinero que había guardado que mamá me daba desde niña y el del restaurante. Cuando me recibí de la escuela secundaria pude comprarme un carro del año, ¡de contado! con todo lo que había ahorrado. Era un Chevrolet Camaro, estaba muy emocionada. Ese fue mi primer carro que yo solita me compré a los 18 años.

 

Rosalina se gradúa de la universidad y le ofrecen un trabajo de tiempo completo, debía visitar escuelas secundarias para informar a los jóvenes sobre los programas de la Universidad de Fullerton y los beneficios de seguir estudios superiores. Élla insinuó al senador Lou Correa que estudiara en la universidad.

“Rosalina Davis es una persona de integridad intachable, y está dedicada y comprometida a asegurarse de que los estudiantes no pierdan ninguna oportunidad de acceder a estudios superiores. Rosalina tiene todos los rasgos de un ser humano maravilloso y que le importa el prójimo, siempre lista a ayudar a los demás, siendo éste uno de sus valores más altos”  – Silas Abrego, Vice President, Student Affairs – CSUF

 

¿Cuánto tiempo mantienes ese trabajo?

Hasta 1989 cuando debo atender a mis hijos.

 

¿Hijos? ¿Cuándo encuentras novio?  

Un domingo, resolvimos con una amiga ir a la biblioteca de Fullerton en bicicleta desde Anaheim a estudiar para unos exámenes finales. Aseguramos las bicicletas con candado y nos internamos en la biblioteca a estudiar por tres o cuatro horas. Al salir teníamos hambre, y mi amiga dijo que creía que en Placentia había un restaurante que tenía panadería.

 

El restaurante Tlaquepaque data del 1965, era enorme, ocupaba toda la finca que lo rodea hoy día. Las chicas vestían un overol Levi, muy de moda en ese tiempo y entran a un amplio salón donde un muchacho de 20 ó 21 años estaba sentado en una silla oyendo la música hermosa de un conjunto de mariachis, eso las intrigó. Al momento vino a atenderlas. Ellas le preguntan qué estaba haciendo y él responde que el conjunto le estaba dando una audición. Sorprendida Rosalina le pregunta si trabajaba allí y el dijo que sí. En ese instante comenzó el noviazgo. Se enteró de que sus padres fundaron el restaurante, su papá había muerto el año anterior, él deseaba ser arquitecto pero ahora debía ayudar a su mamá y cuatro hermanas. Raul Davis y Rosalina fueron novios por cinco años, ella tenía 19 y debía terminar su estudios y él, atender a sus muchas responsabilidades.

“Así que vine a comprar un pan y ¡me llevé al dueño!”, dice divertida. “Pero Raul me vacila y me dice, ¡’mirá nomás, viniste por un pan y te llevas al panadero!'”, concluye riendo Rosalina.

 

La joven pareja se casa y tiene dos hijos, Rebecca y Raul Jr.

Rosalina irradia orgullo cuando se recibe de la universidad, fue la primera de su familia en hacerlo. Sus dos hijos y todos sus sobrinos han seguido sus pasos. Rebecca se recibió de Comunicaciones y Raul de Administración de Empresas y Finanzas.

 

Con su casamiento y la llegada de sus hijos, Rosalina trabaja unos años más en la universidad pero luego decide renunciar. Ella no quería que sus hijos llegaran a una casa vacía, deseaba ser parte integral en su crecimiento y formación. Además, en el restaurante había mucho trabajo para hacer.

 

Tlaquepaque tenía panadería, tortillería, y shows de mariachis los fines de semana, el negocio florecía. Tlaquepaque fue punto de referencia en el condado, venía gente de todas partes para degustar deliciosos platillos, disfrutar de la buena música y momentos inolvidables. Hay muchas fotos de mariachis, músicos célebres, Jane Fonda y muchas figuras más de renombre. Hoy día, cada tren que pasa al frente de Tlaquepaque, impregna de nostalgia a sus dueños, quienes atestiguaron el tiempo de apogeo de la fruta de oro del condado, y las casas de embalaje que manejaban millones de kilos de fruta, colmando vagones del ferrocarril para llevarla a toda la nación.

Raul y Rosalina recuerdan los años prósperos del restaurante y saben que sin educación no hay progreso. Ella ansía que la comunidad latina mejore su calidad de vida a través de la educación. Y le comenta a Raul que quiere crear un torneo de golf en conjunto con la Universidad de Fullerton para recaudar fondos y poder dar becas a los latinos de pocos recursos que deseen seguir estudiando. Rosalina presenta una propuesta al doctor Silas Abrego, persona con quien había trabajado hasta que se retiró de la universidad. El torneo de golf se materializa ese mismo año, 1987 y cada año hay otro más beneficioso que el anterior, y así por ¡25 años!. Ya se ha llegado a recaudar casi un millón de dólares.

 

¿Cómo fue el primero?

Se debía tener como 144 jugadores pero lo más importante era lograr patrocinios de compañías. El primer año tuvimos la suerte de que todas las universidades del estado de California tenían un trato que cualquier evento para beneficiar a la universidad que recaude $10.000 dólares, la universidad daría otros $10.000. Por ese motivo se pudo hacer $40.000 dólares el primer año. Hasta el campo de golf de Irvine fue donado; Raul ofreció el almuerzo y la recepción con cena a la noche sin costo, trajo taqueros con todo el equipo al campo de golf, y mariachis, fue estupendo. Todo el mundo estaba fascinado porque nunca habían visto un torneo así. El año pasado logramos hacer $125.000 dólares, y todo ese dinero va a la universidad para becas. Ya hemos recaudado casi un millón de dólares, que guardamos en un fondo de beneficencia.

 

Rosalina comienza a participar en las juntas de los comerciantes de la ciudad, La Placita Santa Fe Merchant Association y nota que son sólo hombres. Poco a poco la conocen y la nombran su presidenta el año pasado. Durante su término, el número de miembros subió en un 20% y la retención fue de un 95%.

 

“Sé que si se ayuda a la comunidad todo el mundo se beneficia, pues crece el amor al pueblo, se generan nuevas amistades, y llega el desarrollo. Mi esposo comenzó con Las Posadas en Placentia, queríamos darles algo a la gente, así que poníamos una mesa afuera y dábamos chocolate y pan dulce, y ¡todo el mundo contento! Pero muchos no conocían el sentido de Las Posadas, por eso se creó el “Festival del Tamal” conjuntamente con Las Posadas. Ya hace 20 años que lo hacemos y soy la presidenta. Todos los dueños de restaurantes ponen puestos de tamales, hay entretenimiento, traigo al Mariachi Las Divas que ya tienen tres premios Grammy. Asisten como 20 mil personas, este evento es el único en el Condado de Orange. Viene Santa Claus, y entrega más de 1.500 juguetes a los niños. Yo pido dinero a los comerciantes, compañías y luego el comité compra los juguetes. Este año el evento será el miércoles 5 de diciembre de 4 a 9 de la tarde. La entrada es gratis, se cobra sólo lo que se consume”, dice feliz. Visite Tlaquepaque restaurante en Placentia.

 

¿Cuál es tu mensaje para los que deseen estudiar en CalState Fullerton?

Trabajar con su escuela y la universidad, saber qué clases acepta la universidad para tomarlas. Además, hablar con el personal de la universidad que visita las escuelas para tener el contacto directo con ellos. Todas las metas en la vida son alcanzables, sólo deben tener dedicación, porque hay apoyo, hay recursos, aunque ahorita los recortes han afectado a las universidades, pero igual se puede.

 

Y, como el mundo cambia constantemente, se resolvió renovar completamente el restaurante el que reabrió sus puestas dos años atrás. La renovación trajo no sólo cambios en la estructura del negocio sino en platillos y sabores. Hasta Margarita, la cocinera original del restaurante que ya se había retirado regresó gustosa a ayudar algunas mañanas a pedido de Raul. Tiene más de 80 años, y una mano y un sazón increíbles, prepara salsas y chiles rellenos como nadie puede hacerlos.”Vendemos sus chiles rellenos como ¡no te imaginas!”, dice Rosalina. Raul y Rosalina viajaron a Oaxaca y Yucatan para aprender diferentes moles, salsas, porque en México siempre se están haciendo cosas novedosas, y cada región tiene su auténtica comida y sabores que ellos desean que todos conozcan y disfruten en su restaurante.

“En Guerrero, todos los jueves hacen pozole verde, que se prepara con la semita de la calabaza, le da un sabor exquisito, y lo decoran precioso con miles de otros ingredientes dándole un sabor inigualable. Empezamos a servir el pozole verde, a nosotros nos encanta, pero la gente no lo conoce y no tuvo mayor éxito así que lo sacamos del menú. Pero tuvo gran aceptación las enchiladas tradicionales hechas como en México, a la gente le apasiona”, dice Rosalina orgullosa. En Tlaquepaque se prepara comida auténtica, no se abren botes, todo se hace desde un principio, a los chiles los pelan, los asan, todo lo hacen fresco. “Vamos a México muy seguido para inspirarnos, la gente es muy artesanal y tiene un paladar muy selecto que queremos imponer acá”, dice satisfecha.

 

¿Cuál es tu experiencia de trabajar con tu propia familia?

Es un privilegio poder trabajar con la familia, tienes toda la confianza del mundo, tu negocio tiene el amparo de la familia, su apoyo, todos entienden y les interesa por igual, es el esfuerzo en común para llegar a un solo fin. Nos enojamos a veces, pero eso es natural. Es un privilegio trabajar con Raul, nos inspira a todos porque tiene mucha visión, y mucho conocimiento.

 

Y tu hijo, ¿aprende?

Aprende mucho de nosotros pero sabe mucho más que nosotros en otras áreas, en las que ha estudiado. La combinación de experiencias que tenemos y la química es muy positiva. Mi esposo tiene la visión, mi hijo hace la administración y todos los libros, nos cuida con el dinero, y yo hago relaciones públicas y mercadeo. Hemos formado un equipo muy sólido. Y nos respetamos mutuamente, yo no opino de lo que ellos hacen y ellos tampoco de lo mío, sí compartimos, pero nos damos demasiado espacio y tiempo por eso nos llevamos muy bien.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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