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Dra. Ana Nogales: Trauma

Es posible que todos vivamos cuanto menos una situación traumática en la vida. Cuestiones que tienen que ver con la vida de relación, con aprietos financieros, o quizás desastres de la naturaleza. Pero hay ciertos traumas que son muy difíciles de llevar adelante, porque afectan la vida en todos sus aspectos.

Personas que han vivido circunstancias donde pensaron que perderían la vida o que presenciaron una tragedia nos dejan saber lo difícil que es continuar. Es mucho lo que hemos aprendido de quienes van a la guerra, como también de quienes han vivido una guerra en el hogar, tal como las víctimas de violencia intrafamiliar.

Los síntomas más comunes del desorden después del trauma son las dificultades para dormir y las pesadillas, además de vivenciar como en una película mental los hechos traumáticos. Estas personas tienden a evitar hablar del trauma, porque contar lo que les sucedió implica volver a vivirlo. O por el contrario lo cuentan una y mil veces, como si al repetirlo pudieran desgastar el contenido emocional que es tan ago-biante. Con todo esto es lógico pensar que las víctimas de una tragedia se distancian de otras personas, y ya no pueden pensar con mucha claridad porque su vida está circunscripta a recordar lo que le ocurrió, preguntándose por qué me tocó vivir esto.

La neurociencia se ha dedicado a estudiar la respuesta neurológica de personas que han vivido traumas, y encontró que el hemisferio izquierdo es afectado. Como consecuencia, la respuesta cerebral es de inhibir la expresión verbal y producir imágenes mentales que se vinculan con el trauma. Además, la respuesta hormonal a una situación crítica hace que se produzca una emisión de adrenalina que permite tener acceso a recursos para sobrevivir, pero afecta todo el sistema cuando el trauma es intenso y/o prolongado.

Son muchas las posibilidades para aliviar la respuesta a un trauma, pero lo que debemos tener claro es que el intento de senci-llamente olvidar no es lo más aconsejable.

Es lógico que uno intentara olvidar como queriendo hacer que algo no exista. Pero la realidad es que las situaciones traumáticas no se olvidan, por más que uno le ponga mucho empeño. Así es que tampoco es cierto que los niños lo olviden porque son niños. Los niños registran en forma más contundente que los adultos, y los vemos entonces actuar como si no tuvieran control: hiperactivos, molestos, desobligados, irresponsables o corajudos al ojo de quien no puede entender que ese niño ha sufrido y no lo han tenido en cuenta.

¿Qué hacer cuando se ha vivido un trauma intenso? Existen terapias psicológicas especializadas en trauma, para distintas edades, y también hay medicaciones tales como Zoloft que ayudan a regular la respuesta emocional. Pero los consejos son siempre oportunos, y el primero es poder reconci-liar el sueño. El sueño es generalmente afectado por un trauma, ya sea porque es difícil dormirse o porque uno se despierta por la noche recordando lo ocurrido o con una pesadilla. Pero, si uno se permite no dormir, entonces la vida es más difícil, y esto es verdad también cuando no ha habido un trauma. Por lo tanto los ejercicios de relajación ayudan a dormir, tanto así como hacer yoga o la meditación. Un baño de agua caliente, combinado con un tecito sin cafeína también harán el sueño más accesible. Para poder dormir mejor es necesario desvincularse de las presiones o preocupaciones haciendo el ejercicio de activar imágenes placenteras y relajantes.

Además de dormir bien, hay que alimentar se con conciencia para proveer al cuerpo con los mejores recursos ya que está viviendo esfuerzos extraordinarios. Y no se debe dejar a un lado los ejercicios físicos, ya que son un recurso natural de la vida para contrarrestar todos los males.


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