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Alejandra Garcia Williams- Persona Notable

Cónsul Titular en el Consulado de México en Santa Ana

Selectiva y tenaz, Alejandra Garcia Williams desde pequeña, supo elegir y defender lo que tenía valor para ella en la vida. Excelente alumna en la preparatoria resuelve conocer un poco el mundo y termina dominando el idioma holandés sin siquiera habérselo propuesto. Recién recibida de la universidad, por su capacidad y dedicación al estudio, uno de sus profesores le propone un trabajo, marcando el primer escalón de una carrera ascendente constante, colmada de desafíos, estudios más elevados y en ámbitos diplomáticos inimaginables en donde descolla. Por su labor bien hecha, por su sentido de responsabili dad y su compromiso con sus connacionales, a los que ha servido siempre en distintas capacidades.

Alejandra García Williams es licenciada en Relaciones Internacionales, egresada de la Universidad Ibero americana en la Ciudad de México. Realizó estudios de postgrado en la Universidad de Oxford, Reino Unido, en Finanzas y Política Internacional. Es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano; fue Asesora en la Coordinación de Asuntos Migratorios, Derechos Humanos y Narcotráfico de la Secretaría de Relaciones Exteriores. En 1994 fue adscrita a la Embajada de México en EU; asesora de la Secretaria de Relaciones Exteriores; adscrita a la Embajada de México en Francia y fungió como Delegada de México ante la OCDE. En el 2007 fue Cónsul en San Francisco y, desde el 1 de diciembre de 2009, se desempeña como Cónsul Titular en el Consulado de México en Santa Ana.

Alejandra Garcia Williams nace en el Distrito Federal, heredando un crisol de nacionalidades. Su papá Alfonso García Holder, de ascendencia española, y su madre, Sylvia Williams Rivas, inglesa, nacen ambos en México con una marcada tendencia a las costumbres de sus ancestros. Alejandra García Williams tiene una hermana mayor Sylvia, luego viene ella y después su hermano menor, Alfonso. Crece en un ambiente de vida al aire libre, deportes, y de mucho amor pero estricta disciplina de parte de su padre.

“Mi bisabuelo materno, Camilo Williams, funda el Colegio Inglés en México, D.F. en 1899. Durante la época de la Revolución Mexicana, se traslada a EU a vivir en Los Angeles en donde funda el “Williams International School”. Sus 8 hijos dan continuidad al colegio en México. En 1928 se abre la sección de señoritas bajo el mando de las hijas del Profesor Camilo. En 1976 Alejandro Williams, tercera generación, abre una escuela en Cuernavaca, Morelos. Hoy son cuatro escuelas Williams todas dirigidas por miembros de la familia. Mi mamá crece en ese ambiente pero también en el mundo del deporte y el arte, en donde destacó como solista de piano, como pintora y como tenista. Ella jugaba desde pequeña y se conoce con mi papá de muy joven en el Club Deportivo Chapultepec.”, dice orgu-llosa.

“Yo soy la del medio, la niña sandwich, a los tres nos metieron en todo. Como mi mamá fue muy buena en el baile, llevaba a sus dos hijitas al ballet, pensando que éramos como ella y parecíamos, ¡elefantitos rosas! No bailábamos bien así que optó por hacernos aprender guitarra, órgano, piano, jugábamos tenis, béisbol, basquetbol. ¿Qué te gusta de todo esto?, me preguntó un día, y yo le dije ‘los caballos'”, cuenta divertida.

Montar caballos era su vida. Un tío abuelo paterno tenía caballos muy bonitos, entonces los fines de semana se iba a montar, era uno de esos tíos formidables, un viejito fantástico, que se parecía al Papa Juan Pablo II. Así que con él y su hija se iba de montada todos los fines de semana a su campo. Esa etapa de su vida la gozó mucho. A Alejandra le fascinan los animales, los caballos, los perros, los felinos. Siempre tenía algún amigo con un tigrito, un leoncito, y uno de ellos es dueño del zoológico Zoofari que está entre Cuernavaca y Tequesquitengo. Su dicha máxima es que la invite a convivir con sus felinos, en su bello zoológico.

¿Quién de tu familia tiene esa inclinación?

Mi mamá. A mi papá nunca le gustaron los animales, él tenía más bien aversión, no podía ni tocar el pelo de ningún animalito. Aunque físicamente soy más parecida a mi papá, tengo mucho de los dos.

“Mi papá era estricto, había que seguir ciertas normas y conductas y teníamos límites. Debíamos ser responsables, cuidar el dinero, nada se tomaba a la ligera, todo tenía una razón, debía haber un mérito para recibir algo. Dialogaba mucho con nosotros y nos enseñaba de todo. El era ginecólogo, su pasión eran los autos, tenía una colección de carros hermosos. Desde chiquitos estábamos montados en todo tipo de carros, en sus piernas para alcanzar el volante. Aprendimos a manejar en un Volkswagencito viejito. Yo manejé trailers, moto, hice varios viajes a Acapulco en una moto BMW 1000. Los domingos lo ayudábamos a limpiarlos, teníamos una sillita para lavar las llantas, sus trapitos para secar esto o aque-llo. Yo tuve una infancia muy pegada a él. Sentía que mamá estaba más cerca de mis hermanos, después entendí que apoyaba a los que creía necesitaban más. Yo era muy buena estudiante. Cuando terminé la prepa quise irme de viaje a aprender francés y terminé en Bélgica a los 18, aprendiendo holandés”, dice divertida.

¿Por qué Bélgica?

En estas oportunidades de intercambios estudiantiles, como yo hablaba inglés y un poco de francés, decidieron enviarme a Bélgica, a la zona de Flamenco en donde se habla sólo holandés. ¡Tú me dirás! Seguramente soy la única mexicana que habla holandés. Es un idioma muy difícil pero llegué a hablarlo mejor que el español, después de un año que no hablas nada más que holandés pues te lo aprendes y tu sabes, yo con lo habladora que soy no había forma que me quedara callada, obviamente lo aprendí.

En Bélgica, Alejandra repite el último año de prepa y después de un año, regresa a México y estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana. Alejandra pierde a su tío Roberto, hermano menor de su papá, en el terremoto de 1985, de milagro su tía y sus niños lograron sobrevivir. Su tío era muy joven. Ella estaba en la universidad cuando sucedió el terremoto, se había caído otra escuela en los alrededores, el caos era total, nadie podía trasladarse a otras partes de la ciudad así que se quedó en casa de una amiga por unos días. En la universidad estudió cuatro años y medio y tuvo un gran profesor de Derecho Internacional, Miguel Angel Gonzalez Felix.

“Cuando acabas una carrera crees que todo va a ser fácil y que sabes todo. La realidad es que ni sabes nada ni eres tan brillante como pareces, ni nadie te da trabajo sólo porque tengas una licenciatura o seas la mejor de la clase. La realidad laboral es muy diferente a la que uno tiene cuando estás en la universidad”, asegura Alejandra.

Solicitó trabajo en algunas empresas sin éxito. En ese entonces, Fernando Solana fue nombrado Secretario de Relaciones Exteriores, éste invitó a Miguel Angel Gonzalez Feliz a formar parte de su equipo como coordinador de Derechos Humanos y Asuntos Migratorios y como la tesis de Alejandra tenía que ver con asuntos relacionados a los derechos humanos (Mexico-Guatemala: Refugio y Asilo) Miguel Angel le propuso a Alejandra el cargo de Asesora a la coordinación que acababa de crear el secretario Solana. “¿De asesora?, pues suena bien ¿no?”, respondió sorprendida.

Empezó a trabajar con Miguel Angel Gonzalez, un gran ser humano, aprendió muchísimo, trabajó con un grupo prominente. Viajó con el secretario y con directores generales, asistió a reuniones importantes, sólo tenía 24 años. Había mucha presión en el área de derechos humanos, migración, pero también era muy gratificante, se podía ayudar a mucha gente. Uno de los Subsecretarios le propuso trabajar en Washington oferta que aceptó encantada.

¿Cómo se asciende en esa carrera?

Por rangos y exámenes que se toman cuando se permanece un mínimo de dos años en un cargo hasta llegar a embajador. Ya de ministro a embajador te nombra el presidente. Yo por ejemplo, tengo que tener un mínimo de dos años en este rango para poder hacer el examen de ascenso. También hay un expediente con tus calificaciones, con tu experiencia, con tus antecedentes, todo suma.

Comienza a trabajar en Washington, hay alguna tensión con EU en el ámbito migratorio pero en general todo marcha bien. “Habían sólo mujeres en el INS (Servicio de Inmigración y Naturalización), se manejaban las cosas muy bien y había buena relación entre México y EU. Fue una etapa de mucho trabajo y de mucho aprendizaje. Ahí tuve compañeros que hoy día siguen siendo mis mejores amigos. Estaba el que era el Ministro para Asuntos Políticos que ahora es embajador en Israel, estaba nuestro actual embajador de México en Washington, Arturo Sarukhán, estaba Jose Ramón Lorenzo, que ahora está en Ginebra, en fin, un grupo de gente maravillosa. Estaba también el subsecretario Juan Rebolledo, a quien aprecio mucho y quien me ofreció ir a Oxford a realizar estudios en política y diplomacia, aunque yo quería estudiar Derecho Internacional”, dice Alejandra.

Pero el subsecretario la convenció. “¡Vas a tener la oportunidad de estudiar en un lugar divino y conocer a gente muy interesante!”, remarcó. Era un grupo selecto de 35, Alejandra tuvo que estudiar mucho, leer cinco libros por semana al menos, le costó más que a los que tenían 25 años pero atesoró ese ambiente académico, sentarse en la biblioteca, gozar esos jardines, admirar la ciudad, su historia, estaba encantada. Hizo amistad con los de mayor experiencia, alguien de Japón y otro de la India. Ellos ya habían estado en las Naciones Unidas, sido representantes y viajado mucho. Su experiencia le permitió entender y participar en más funciones, con temas multilaterales, de refugiados, derechos humanos, inmigración, logrando enriquecerse aún más con conocimientos valiosos.

¿Cómo se sentían tus padres con tantos logros tuyos?

Mi papá estaba muy orgulloso de mi y siempre me decía que seguro iba a ser “Canciller de México”, motivo por lo cual no me veía casada. Pero mamá decía “me gustaría verte acompañada, siempre tuviste muy buenos pretendientes, excelentes novios pero ¡no te llega!”. Mi meta no era casarme y tener hijos en ese entonces.

Regresa a México como asesora de la embajadora Rosario Green, le llevaba cuestiones de Europa, de Naciones Unidas, temas de la mujer, y algo de derechos humanos. Fueron años difíciles pero fructíferos, se volvió una experta redactora de discursos. Esa etapa también la compartió con Federico Salas, Arturo Sarukhán y Jose Ramón Lorenzo, grandes compañeros y amigos.

¿Qué haces después?

Le comenté a la Secretaria Green que me gustaría ir a Europa para ampliar mi experiencia laboral y consolidar mi francés. Acabé en Paris. Muy feliz allá, trabajo con un gran embajador, y a los dos meses asisto a una fiesta de cumpleaños de unas amigas mías de allí. Como siempre, todo mundo quiere presentarme a alguien, a mí me daba lo mismo. Este tenía un castillo pero a mí no me gustaba; aquel, que no sé qué, este otro es viudo, es monísimo, pero ¡viudo con una niña!, ¡no! Pero en esa ocasión hasta papá me dijo, “¿qué quieres?, estás a punto de perder tu “velo del diablo” que dicen que es la juventud, chula, ¡ya no!, no a los 34 años. Conozco a Remi y me cae bien. Yo le hablaba en francés y él en español hasta que le dije, ¿sabes qué? tu no puedes hablar español y yo tampoco francés, ¿por qué no nos comunicamos en inglés? Remi me pareció agradable, bailamos y conversamos a gusto, pero no pensé que volvería a verlo de nuevo.

“Pasó el tiempo y Aurora mi asistente toma un llamado de un tal Remi Lacombe, yo no tenía ni idea quien era. Le dije que no podía atenderlo. Estábamos muy ocupados preparando un desayuno de empresarios del embajador. El insiste, no lo recuerdo hasta hablar con él. Después comenzamos a salir. Fuimos un día a la opera, y ninguno de los dos sabíamos gran cosa de operas, sólo dijimos ¡preciosa la obra de Puccini!. Cenábamos en restaurantes con la torre Eiffel de marco, tan romántico, me fue ganando. Un día me invitó a salir, le dije que no podía porque habían venido mi tía Marcela y mi mamá a visitarme, y me dijo ¡pues paso por todas ustedes! yo le dije que no, pero respondió: quiero conocerlas. Así que todos partimos de paseo ese día. Mamá estaba encantada y me decía mi vida, es guapo, agradable. Mi mamá sí quería que me casara, quería verme acompañada y bien. Mi mamá gozaba mis romances, mis noviazgos, era de las que se quedaba despierta hasta que yo llegara después de una cita con algún galán para saber cómo me había ido. Disfrutaba escucharme, ella era muy joven y teníamos una relación más de amigas que de mamá a hija. Empezamos a vernos con más frecuencia y al año siguiente de conocerlo me propuso matrimonio y nos casamos en el 2002, la boda civil fue en Paris y la religiosa en México. Hoy día mi marido habla perfecto español como mexicano”, dice contenta.

En el 2003 nace su hijita Anne-Sophie, su mamá viene a Paris a visitarlos. A Alejandra le llamó mucho la atención de que había dejado de jugar tenis y bajado de peso, aunque se veía bien, era muy bella, pero tenía dolores estomacales fuertes y recurrentes. Habló de inmediato con su hermano y le dijo que creía que su mamá tenía algo más serio que una gastritis. Al poco tiempo se le diagnostica cáncer en el páncreas y en el estómago. Su mamá toma la noticia sorprendentemente bien. Sophie tenía sólo un mes. Rápidamente empacó y fue a verla. Pasó el último tiempo con ella, al regresar a Paris supo que ya no la vería de nuevo. “Lo único que me da lástima es no poder disfrutar más a tu hija pero yo me voy tranquila”, le dijo. Alejandra le puso Sophie a su hija porque era el nombre que le gustaba mucho a su mamá, a ella le gustaba más Isabella. Su papá perdió el deseo a la vida y al año si-guiente murió. También viajó a tiempo para acompañarlo antes de que muriera. En septiembre, Anne Sophie cumplirá 7 años.

Para acercarse a los seres queridos que aún tiene y aprender la función consular, busca un cambio a los Estados Unidos. En 2007 es nombrada Cónsul Encargada en el Consulado General de México en San Francisco y posteriormente fungió, durante dos años, como Cónsul Adscrita en esa misma representación.  A partir del 1 de diciembre del 2009, se desempeña como Cónsul Titular en el Consulado de México en Santa Ana.

¿Qué es lo que hace tu esposo?

El es ingeniero civil y trabaja en una empresa que se dedica a hacer tecnología y software para mejorar la imagen fotográfica en telefonía celular. La empresa abrió una oficina en Silicon Valley muy cerca de la casa que teníamos en San Francisco así que iba y venía con facilidad. Es muy importante que trabaje en su industria. La distancia es ahora más grande desde este condado pero todavía accesible. Ahora está en Corea, como es director de ventas de esa empresa viaja con frecuencia.

Remi había hecho una maestría en Stanford y le había gustado mucho California. Le encanta conocer, viajar. El es de Rodez, queda al sur de Francia, paraje bellísimo rodeado de montañas, cerca a Toulouse, una zona netamente agrícola. Su papá, un hombre muy importante en el ámbito agrícola, fue un gran sindicalista de los agricultores. Remi es una persona más bien intelectual y nunca en la vida te va a presumir nada. Su papá murió pero su mamá sigue muy dedicada al campo.

¿Qué planes inmediatos tienes?

Inmediato es quedarme por lo menos dos o tres años aquí, para que realmente salgan los proyectos de poder asistir y mejorar la calidad de vida de los connacionales en el condado de Orange. Generalmente te dejan de tres a cuatro años, tienes que ir girando en diferentes ámbitos, diferentes áreas, cumples con lo que tenías que hacer, dependiendo de las necesidades que también tenga el país y la cancillería. Ahora lo que buscan es que se de una estabilidad, que se trabaje con la comunidad, que se mejoren y fortalezcan los servicios y las relaciones con las autoridades y es lo que yo he estado haciendo, porque el que tu tengas mejores relaciones en general con las autoridades y la comunidad es lo único que puede mejorar la calidad de vida de tu gente.

Por ahí siento que la gente extraña no verte tanto, platicar contigo, estar más en contacto…

Sinceramente trato, por lo menos con mis comunidades, de estar pendiente de grupos, de las federaciones, tenemos una reunión aquí mensual con todos los representantes comunitarios, yo no le cierro la puerta a nadie. Por otra parte tengo una agenda muy activa con todo lo que son autoridades, instituciones, academias, agencias, de todo lo que yo pueda hacer con la gente que incide en la vida diaria de mi gente porque son los que me van a ayudar en un momento dado cuando necesite o tenga un problema. También estamos tratando de prevenir enfermedades en el campo de la salud. Con mi cónsul de Comunidades, lo que yo quiero que se logre es que evitemos que tengan una enfermedad grave, porque ahí se dificulta mucho atender gratis. Tenemos diferentes clínicas que vienen al consulado y ofrecen sus servicios, desde dentistas, ginecólogos, hasta cirujano general.

¿Qué es lo urgente en tu agenda?

Lo urgente acá es brindar protección a nuestros connacionales. Tenemos que proteger a nuestras mujeres, está la trata de personas, el tráfico de personas, la violencia doméstica, estos chiquitos que luego me dejan solo por las deportaciones, es decir, tenemos un Departamento de Protección muy cargado de distintos asuntos, tenemos muchas personas valiosas y serviciales ayudándonos. Mis relaciones con las autoridades son medulares porque cuando yo quiero información o quiero algo, cada vez que los hablo tengo respuesta. Una de mis labores más importantes ha sido que me conozcan todos, para que sepan qué hace el consulado y para que en un momento dado podamos intercambiar información y yo ayudar a mi gente. Esa área de protección para mí es muy importante. Aquí no se trata de un caso, un papel o un documento, aquí un caso es una vida humana, es una persona. Estás tratando con el sufrimiento, con la necesidad, con una cuestión difícil en la vida de alguien. Quiero tener un departamento ágil, dispuesto, preparado, que le de seguimiento a los casos, rápido y los ayude. Tenemos un buen grupo de abogados que además de lo que nosotros hacemos nos echan la mano. Además, me gustaría que la calidad de vida de mis comunidades mejore y ¿cómo lo puedes hacer? Yo sé que es a través de la educación y la salud. No vas a cambiar el mundo en un día, pero sí puedes poner tu granito de arena y ¿cómo lo hago? A través de estas Jornadas Informativas, a través de mi Ventanilla de Educación, mi Ventanilla de Salud, a través de especialistas. También me interesa mucho la planificación familiar, es muy importante que entiendan que tener hijos es una responsabili dad enorme que conlleva un trabajo muy importante y de por vida.

Este año es muy importante porque es el bicentenario de la independencia de México y el centenario de su Revolución. Es parte de la labor del consulado, transmitir lo que fue la independencia y la revolución, en mensajes pequeños que sean informativos para que la gente valore esas fechas como históricas y tradicionales, no nada más que tengas un festejo. Está bien que festejemos pero que sepan qué estamos festejando. Se ha hecho un museo en una parte del consulado con fotos del archivo Casasola que nos mandan de México, estoy utilizando artistas locales como el que me pintó todas las figuras de los héroes de la revolución y de la independencia. He creado un espacio lúdico para los niños, que tenga libros, juegos y que se distraigan un poquito. Y ver como mejoramos y fortalecemos a nuestra gente y qué es lo que va necesitando para que tu vayas acomodando y realmente hagas una labor consular digna de un representante del gobierno de México. Por eso hemos tratado de dignificar el espacio, de pintarlo, arreglarlo, dentro de las posibilidades que tenemos. La situación económica está mal para todos los países y obviamente nues tro país está haciendo muchos esfuerzos pero no para ponerte el edificio nuevo sino para ver cómo asistes a la gente. La actual administración quiere ver que la gente esté protegida y eso es lo que hace el consulado, allí es donde nos estamos encaminando. Asistir, apoyar, ayudar a la gente y ver de qué manera a través de todos nuestros departamentos, se mejora su calidad de vida.

¿Cuál es tu mensaje para la mujer?

Lo más importante para las mujeres es que aprendan que tenemos que capacitarnos, tenemos que educarnos, tenemos que depender de nosotras mismas, en todo lo que sea posible. No con ello quiero decir que soy la típica feminista y que el hombre no tiene que participar, no, pero que nos demos el valor que merecemos. Que siempre seamos dignas, que nunca perdamos la dignidad. Ser una mujer que puedas confiar en ti misma y dejarnos llevar por nuestro instinto femenino, las mujeres tenemos una forma de hacer las cosas y capacidades que la verdad, con tantito que las explotemos, podemos lograr mucho. Hay que tener confianza en una misma para salir adelante.

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