Page 21 - Paratodos Agosto 2019
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Preguntándole sobre su previa experiencia
en Wells Fargo y Comerica, dice: “Siempre he
basado mi trabajo en valores. He cambiado la
cultura de ellos también. Cuando estuve en
Comerica la persona de Recursos Humanos
tomaba notas cada vez que tenía una reunión
con mis empleados. Cuando me retiré me dio
un regalo diciendo ‘Este es el esquema para
su libro. Esto es lo que Ud. hizo para trans-
formar a nuestra organización’”, recuerda or-
gullosa la Dr. Betty.
¿Quiénes son los clientes de CB&T?
El empresario que quiere tener su cuenta en
un banco amigo, que quiere expandir su ne-
gocio, está en camino a fusionarse con otro,
o considera venderlo. Yo los impulso a que
piensen en todo eso. Pregunté a un cliente
los otros días si sus hijos y esposa conocen el
manejo de su negocio, y si tenía un plan por si
algo le pasara. “¡Absolutamente!”, respondió.
Al día siguiente me llama para reunirse con-
migo porque no tenía nada planificado.
Dr. Betty menciona que, según estadísticas,
un 95% de los dueños de negocio no invo-
lucran a sus hijos y esposas en el manejo del
mismo, hecho que, en caso de emergencia,
puede llegar a ser devastador. Ella tuvo que
hacerse cargo del negocio de transporte de
su papá en Colombia, sabiendo muy poco del
mismo. Por eso aconseja el valor de planificar.
¿De dónde proviene tu deseo ardiente de
hacer la diferencia?
Diez años atrás mi hermano Fernando, el ma-
yor, quien murió recientemente, me reveló un
secreto de familia. Cuando nací, el médico no
pensó que viviría. Mamá se desesperó y tomó
todas las precauciones para salvarme. Yo era
la única hija mujer en la familia. Pensé que
debía haber una razón para que Dios permi-
tiera que viviera. Tenía un propósito para mí.
La familia se traslada a los EE.UU. cuando la
doctora tiene 12 años. De repente, tiene que
aprender a hacer de todo. En Colombia era
popular. Tenía fotos con medallas ganadas en
competencias, hacía fiestas en su casa, tenía
buenas calificaciones, y era muy elocuente.
¿Cuál fue el reto más grande que
enfrentaste?
El haberme convertido en invisible y no po-
der decir la palabra “refrigerator”. Tenía un
diccionario al lado de mi cama, mi lap top, un
marcador, me miraba en el espejo y repetía
“refrigerator”. No paré de repetir esa palabra
hasta decirla bien. Quería aprender inglés
muy bien, sin acento, y rápido, porque tenía
muchas cosas por hacer. Era pequeña, de piel
oscura, no era rubia ni de ojos azules. Ese reto
se convirtió en mi fortaleza porque, para que
me notaran, tuve que elevar mi voz. Mi in-
telecto tenía que salvarme.
Su madre le decía que era muy inteligente,
que podía llegar a ser lo que quisiera en la
vida, y que nada la iba a detener. Ella le creyó,
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