Persona Notable: Humberto Sánchez de El Indio Tortillería
admin | Aug 27, 2013 | Comments 0
Orgulloso mexicano, y empresario ejemplar, el abogado Humberto Sánchez, huye a California para apaciguar el dolor que siente al perder a su padre, con la intención de regresar en cuanto el dolor haya mitigado. Viene acompañado de su fiel esposa, Graciela, la que ve la oportunidad de trabajar al poco tiempo de su arribo. Así los dos se involucran hasta conocer al El Indio Tortillería con lo cual los Sánchez abren una gran puerta a un desafiante pero prometedor futuro en los Estados Unidos. Con trabajo incesante tal cual aprendiera de su padre y una administración impecable, enseñanza plasmada por su madre, el Sr. Sánchez vence una y otra vez las amenazas de la vulnerabilidad de los negocios, de trampas del socio y sigue constante, engrandeciendo una fábrica arraigada a su cultura mexicana, fabricando tortillas de maíz y dando el mejor de los ejemplos a sus hijos y comunidad. Y decide aceptar hoy un nuevo reto, ser parte de una empresa ajena a su experiencia pero confiado que aprenderá para beneficiar a todo el pueblo de Santa Ana y, cambiar la percepción de una ciudad llena de bondades que todos debemos conocer a través del nuevo canal de televisión: “Uniendo TV, Uniendo Familias”, pronto a lanzarse en el sur de California.
Nació en Morelia, Michoacán, su padre fue un industrial de la panadería, tenía la panificadora más grande de la ciudad y otros dos pequeños establecimientos. Creció al amparo de su padre y de su madre en el seno de una familia de clase media. Se educó en escuelas privadas; su padre le enseñó a trabajar y su madre a administrar negocios y a tener siempre en alto los valores familiares.
¿Tiene muchos hermanos?
Fuimos diez, de esos vivimos actualmente ocho. La primera es Esperanza, sigue Laura, Beatriz, Guadalupe, Lourdes, Julián, yo Humberto, Arturo, María Eugenia y María Isabel. Mi padre fue muy responsable y trabajador y mi madre sumamente organizada.
Imagino que su mamá estaba dedicada únicamente a Uds…
No, fue el brazo derecho de mi padre, nuestra casa estaba al frente de la panificadora así que ella iba y venía con facilidad, mi mamá era la cara del negocio.
¿Qué área del negocio se dedicaba su mamá a manejar?
Todo lo que fuera publicidad, todo lo que fuera ventas y administración. Mi padre era un productor nada más. Mi padre no terminó la primaria pero fue un hombre que se cultivó así mismo, tenía mucho interés en estudiar y hacer cosas por sí mismo y lo logró. Formó el primer sindicato en Michoacán de la Unión de Panaderos y a través de la unión compraba productos en volumen, era más económico, él compraba para todas las panaderías de la ciudad. Una vida interesante la de papá. Él quedó huérfano a los ocho años de edad, se vino al tiempo a los EE.UU. y anduvo trabajando en el tendido de las vías del ferrocarril para sostener a su madre y a sus hermanos. A la muerte de su mamá regresó a México y se encontró solo y conoció a la que llegó a ser mi madre, ella tenía 14 años, él 23 y se casaron pronto.
¿Dónde estudia Ud.?
Terminé mi preparatoria en el colegio San Nicolás de Hidalgo y luego fui a la Universidad Michoacana de San Nicolás, a la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, me gradué en 1971 de abogado para entonces ya trabajaba en el Supremo Tribunal de Justicia de Michoacán, en la 5ta Sala cuando mi padre fallece. Pedí una licencia para ausentarme, fue muy difícil para mí perder a mi padre, yo tenía 23 años, empezaba a saborear la victoria de haber llegado al título y mostrarle a mi padre que había valido la pena. Me vine a los EE.UU., “allá se me olvida un poco, me voy por un mes o dos meses y vuelvo a continuar mi labor”, pensé.
¿Viene solo?
Traje a mi señora. Yo tenía una hermana en Chicago y la idea era ir ahí porque mi cuñado trabajaba en el ferrocarril, era mecánico y a mí me gusta la mecánica pero me quedé en California porque mi suegro vivía ahí. Llegamos a su casa y mi señora que es muy inquieta empezó pronto a trabajar de mucama en el hotel Marriott, que estaba al frente del apartamento. Luego yo también como housekeeper, después en una cafetería, Café Hacienda como busboy, la primer palabra que aprendí en inglés fue “coffee” y luego en una carnicería. Supe más adelante que un señor de una tortillería requería un chofer, y le dije a mi esposa ¿recuerdas cuando íbamos a Los Ángeles y pasábamos frente a la tortillería El Indio?, y comenté, “ese hombre debe vender una miseria de tortillas”. Me presenté al día siguiente con el dueño, el Sr. Romo y dijo, “a mi chofer ya lo perdoné, es mi yerno y es un drogadicto, ya le dije que era la última vez que me pasaba, si me vuelve a fallar, déjame tu teléfono y tu dirección”. Pues no pasó la noche, a las 3 de la mañana el Sr. Romo tocaba mi puerta, “¡oye! ¡levántate!” “No puedo señor, yo tengo que renunciar a mi trabajo primero”, le dije pero insistió. A mí me pagaban $1.75 la hora. “¿Cuánto te pagan allá?”, preguntó y respondí $2.25″. “Yo te voy a dar $2.75”, contestó. No lo pensé dos veces y dije “¡vámonos!”
En mi primer día, el Sr. Romo dijo a sus cuatro empleados, “a este gordito lo voy a acabar en dos o tres meses, va a renunciar”. Ese gordito era yo. El Sr. Romo era un hombre muy alto 6.5 o 6.6 y delgado. “¿Conoces la ciudad?” preguntó y respondí que sí. Él me enseñaría la ruta al día siguiente así que con papel y lapicero en mano anoté por dónde me llevaba. Al día siguiente me preguntó si iría solo y contesté que sí. En la casa estudié el mapa con compás en mano como los marinos. Empecé la ruta y se vendían $30 dólares diarios, $25, o $40, él parecía satisfecho. Mi madre me enseñó a ser buen vendedor, entonces empecé a buscar otros lugarcitos, y hacer la ruta más grande y llegó el momento en que el camión se llenó, y le dije “ya no cabemos, vamos a comprar otro camión”, “perfecto”, contestó. Entonces la carga la dividí en dos y le di la mitad de la ruta a otro y le dije, “busca más lugares”. Conseguí cadenas de restaurantes, Red Onion era una de ellas, compraban muchísimo, y así fui consiguiendo cadenas grandes y cantinas.
El Sr. Romo le dijo un día: “Si tú me prometes que no regresas a México en dos años yo compro el edificio aquél grande y meto maquinarias grandes, “bueno, no me voy, te prometo”, le respondí. “Tu sueldo va a ser el doble”, “está bien, al rato me das comisión”, añadí. El Sr. Romo sonrió. Yo trabajaba de 12 de la noche a 2 de la tarde, siete días a la semana, fueron siete años continuos de no parar. Él estaba feliz, vio en mí la posibilidad y la ambición que tengo de lograr las metas. Un día me dijo, “te quería decir antes de que pienses en volver a México, que ‘piedra que rueda y rueda no crea moho, se queda rodando toda la vida’. No te lo digo para que te quedes conmigo, te lo digo como padre porque yo te considero como a un hijo”. “Bueno señor, tiene razón”, contesté. Decidí quedarme con él, no tanto por el dinero sino porque sentía mucho orgullo de ver cómo estaba creciendo el negocio. Llegamos a vender 3 millones de dólares, teníamos ya 12 camiones, llegó a ser una fábrica impresionante. Trabajé con él del 73 al 80 cuando le dije que había comprado un equipo usado de un señor al que le compraba la harina para las tortillas.”Mira Humberto, tú conoces a los clientes, conoces el negocio, ¿por qué no eres independiente? Estás haciendo rico a otro, yo te vendo todo el equipo, tú sabes arreglarlo”, me dijo.
Además de ser abogado, Humberto estudió tres años ingeniería mecánica. “Durante las vacaciones mi padre me mandaba a un taller mecánico cuando no trabajaba en la panadería, y como me gustaba la mecánica me quedé ahí y aprendí de todo.
“Te doy dos meses para que busques a otra persona, yo le voy a enseñar”, le dije. “Bueno, vas a competir en mi contra, podemos ser socios. ¿Cuánto quieres por tu equipo?, te lo tomo a cuenta y te doy el 30% de las acciones y comisión sobre eso.
Humberto pidió formar una corporación al asociarse y pactaron que si alguno de ellos quería vender su parte debía hacerse sólo entre ellos. Oscar no quiso que Graciela estuviera incluida pero sí su esposa entonces Humberto puso condiciones, “a cambio de eso, el edificio no queda incluido en el negocio, me vas a dar un contrato con opción a compra y todo el negocio es independiente de esto, te compro el logo, te compro el nombre, toda la maquinaria y me das dos años para ejercer la opción de compra”. “Perfecto”, respondió Oscar. “Y lo que pago de renta va como parte de pago de los $100,000 que vale la propiedad”, añadió Humberto, y se firmó el contrato. En el 83 Oscar dijo que se iba a retirar en diciembre y que le daba todo. Cuando se retiró le dio una parte y le quedó a deber la otra parte y pidió facilidad en los pagos, “está bien hijo”, le respondió.
Al comienzo noté que tenía muchos problemas de administración, no tenía orden, yo traje un escritorio, ordenaba recibos de clientes, y fui haciendo la contabilidad. No sabía quién le debía y quien no, empezamos a cobrar, mi idea era hacerme indispensable para él, y cuando le dije lo de la corporación fue un respiro para él. Él ya había hecho dinero, yo no mucho, porque le pagaba a él y yo llevaba mi plan de vida también, mi esposa estuvo siempre en la casa cuidando los hijos y vivíamos en una buena casa en Lake Forest.
¿Cuándo conoce a su esposa?
La conocí en febrero del 66, en Morelia en el jardín Las Rosas. Estaba sentada allí, ¡qué bonita muchacha!, me dije, ¡muy guapa! y me le arrimé, empecé a platicar con ella y nos caímos bien. Un buen día en un Café Sanborns le pregunté si quería ser mi novia, era el 6 de junio del 66. Aceptó y duramos de novio hasta el 69. Nos casamos el día 3 de mayo, era el día de Santa Cruz.
¡Qué memoria tiene Humberto!
Nos casamos ese día para aprovechar el feriado del 1 de Mayo, y el del 5 de Mayo, para tener varios días juntos. Llegamos al Palacio de Justicia para casarnos y no había un secretario que levantara el acta, sólo estaba el juez, pero como yo trabajaba en el tribunal sabía qué hacer, y dije, ¡yo mero firmo mi sentencia a muerte! y escribí el acta. Nuestros padrinos fueron dos maestros que andaban por ahí, uno un maestro y el otro el director de la facultad, “no se vayan” dije, “los necesito para que firmen como testigos”. Aceptaron con gusto. Y le dije a Graciela, “en base a lo que firmamos quiero que sepas que tu no eres mía ni yo tuyo. Tu eres mi complemento que Dios me da y yo soy tu complemento. Ni tu adelante mío ni atrás, siempre a mi lado”.
¿Cómo llegan a este país?
Vino un coyote por nosotros, Graciela pasó con nuestro hijo primero, en la Navidad del 72, yo pasé en la víspera del Año Nuevo. Me vestí de abogado y el oficial de aduana me preguntó, “¿Dónde va Sr.?” “A pasar el Año Nuevo si me deja”, respondí. “¿Tiene sus documentos?” “¡Sí! ¡como no!”, y cuando metía mi mano al bolsillo me dijo, “¡Pase! no es necesario”, y me fui directo con la familia. Vivimos con mi suegro en Inglewood, dos o tres semanas y renté un apartamento sin muebles y sin nada, dormíamos en el suelo pero independientes.
Trabajaron por siete u ocho meses, y a fines del 73 ya pudieron comprar una casita en Hawthorne. “Me costó 24 mil dólares, hacía pagos módicos de $200/mes, era una casa bastante grande con recámaras y comedor, muy cómoda. En el 74 la vendí por 58 mil, gané mucho de la plusvalía y compré una en Garden Grove, en 74 mil dólares.
Pensaban regresar a México cuando vendió la casa de Hawthorne, con el dinero que había hecho, podía abrir su propio despacho de abogado y dedicarse a su profesión en vez de volver al tribunal. Pero el Sr. Romo le habla de las piedras que ruedan y ruedan… y resolvió quedarse y comprar la casa de Garden Grove y en el 87 compra una mas cómoda en Lake Forest.
“Oscar Romo abre la tortillería el año en que yo nazco, fue aviador de la Segunda Guerra Mundial, me platicaba mucho sobre su vida, muy buena persona, yo le agradezco que me haya dado la oportunidad. Cuando nace David en el 74 me dijo que presentara los documentos porque podíamos legalizarnos, ese fue el último período en el que los padres podían legalizarse por hijos nacidos aquí. Yo envié mi aplicación en octubre y en el 77 me llega la carta de aceptación. En el 83 mi señora quiere naturalizarse y a pesar de mi amor patrio pensé que en verdad estoy en el limbo, ni voto allá ni voto acá, y por qué me quejo de aquí si no tengo derecho, entonces nos hicimos ciudadanos los dos.
Oscar se retira en el 83 y me deja una deuda muy fuerte, yo noté que algo raro estaba pasando, empezó a incrementarse la deuda, y a faltar el dinero. Supe que depositaba dinero en su cuenta de ahorros. Entonces dije a los choferes que en vez de darle dinero en efectivo al Sr Romo, compren un cheque de canje en el banco y me lo traen. Oscar siempre les decía que me dieran los cheques para que lleve la contabilidad. Cuando vio que los choferes venían con los cheques directo a mí, me dijo, “Oye Humberto, ¿qué pasa? “Hay que hacer la contabilidad”, le respondí. Al mes se retiró. Y con la deuda que me dejó hago de cuenta que salgo comprando el negocio. La fábrica va bien, yo mucho le pedí a Dios que tuviera trabajo mientras mi mamá viviera, yo quiero que no le falte a mi vieja nada y si pudiera más, mejor. Ella muere en agosto del 92 y en octubre los restaurantes Red Onion hacen banca rota. Nosotros dependíamos en un 75% de ellos, me quedé con lo que traía en la bolsa, ellos me debían 250 mil dólares, también quebraron otros dos, se vino todo junto. Tuve que vender mi carro, con ese dinero liquidé a mis trabajadores, eran 60. Quedamos siete para trabajar y dos camionetas. Estaba solo en la cocina, era muy triste, en vez de sentir el ruidazo de máquinas me encontraba solo. Rafael, un chofer que todavía tengo, me dijo, “mira Humberto no te apures, con todos los clientes chiquititos nos levantamos”, y tuvo razón. Él ha sido un trabajador muy fiel, tiene 74 años y no se quiere ir, sigue manejando camiones. Yo trabajaba toda la noche y parte del día, mi señora ya no me veía, era una de ir y venir, de Watson, en Los Angeles a Lake Forest, no dormía y no me quedaba dinero. Vendía un dineral, pero a fin de año salía debiendo, me preguntaba qué estaba pasando. Descubrí que los choferes cargaban tortillas y las vendían por su cuenta. Cuando estás envuelto en todo es difícil saber qué está sucediendo. Controlé más, trabajé una décima de lo que hacía antes y finalmente empecé a ver ganancias. La compañía del maíz se asustó por mi deuda de casi 100 mil dólares, “no me obligues John a irme a bancarrota porque no quiero, pero si cada vez que viene el maíz, me das la oportunidad de abonarte una cantidad, yo te voy a pagar todo lo que te debo”, le dije. Y aceptó, en el 96 terminé de pagarle. Y quiso darme crédito, le agradecí pero no acepté. “No quiero ni un día de crédito, camión que llegue a la fábrica camión que te pago”, le dije. Y hasta el día de hoy, cosa que llega aquí se paga, no tenemos crédito con nadie.
¿Cuándo empezó a levantar cabeza de nuevo?
En el 93, y totalmente cuando me moví a Santa Ana, en el 2000, año en el que tenía la intención de comprar el edificio de Oscar, pero me respondió su hija que ahora valía 40 mil dólares más de lo convenido, a pesar de que Oscar me dijo “no hijo, lo que pactamos es lo que vale”. Recibí una carta de un abogado prohibiéndome hablar con ellos, ni mandarle una carta a Oscar, ‘porque yo lo convencía muy fácil’. Y me demandaban por más de 100 mil dólares por daños y perjuicios. Prometí a su abogado pagarle todo después de estar instalado en Santa Ana, el abogado aceptó.
“En el 2000 la construcción del local de Santa Ana estaba casi lista, salió mucho más cara pero pude pagar todo y la mañana que lo abría para probar el equipo, se desplomó el edificio de Oscar. Mi hijo aún trabajaba allá, y le pedí que cargue los tanques del maíz y los traiga para acá.
Hablé con mi abogado y le di lo que aún me quedaba por pagar al señor Romo del convenio original, para que se lo entregara al abogado de la familia de Romo una vez recibiera todo lo que me correspondía de la corporación, el problema se solucionó allí”, dice Humberto.
“Luego supe que el Sr. Romo estaba grave, padeció de Alzheimer, fui al hospital y me encontré con la enfermera que lo cuidó hasta su muerte y me dijo, ‘Ud es el famoso Señor Sánchez, ¡todos los días hablaba de Ud.!’ ‘Ya mandé a Humberto que abra el negocio, va a venir al rato’ decía, todo el día hablaba de Ud.’ Su señora me abrazó y sintió mucho que no lo hubiera visto en vida”, dice Humberto.
En Santa Ana quería tener sólo dos camionetas y el restaurante, no quería tener fábrica de harina ni fábrica de maíz. Pero ya tenemos 11 camionetas y no cabemos ya en ese lugar. Tenemos 35 empleados que mis hijos dirigen, y Carmen, mi cuñada, hermana de mi esposa, es la manejadora de todo, tiene muchos años en el negocio.
En la actualidad, El Indio Tortillería procesa 25 toneladas de maíz cada semana, lo cocinan, lo muelen para hacer masa y luego producen tortillas y tortilla chips que degustamos, seguramente, en nuestro restaurante favorito. También ofrecen servicio de catering para fiestas o reuniones. Estas tortillas van a restaurantes, y no a supermercados, y dan servicios todos los días, las 24 horas. Hacen el envío diariamente, y en Arizona y lugares más distantes, día por medio. Sus clientes están en todo el condado de Orange, Los Angeles, el Valle de San Fernando, San Diego, Palm Desert, Palm Springs, Arizona y otros más.
La señora Graciela y Humberto están semi-retirados y disfrutan al ver a sus hijos trabajar como lo hicieron ellos, para que el negocio siga creciendo y ofreciendo productos de la más alta calidad a todos los restaurantes, grandes y pequeños del sur de California.
Su hijo mayor Humberto Jr., trabajó por ocho años, luego fue a estudiar historia en Fullerton, enseñó por algún tiempo pero volvió a trabajar en la fábrica en el 2000. David empezó en el 95, se casó muy joven y tiene dos hijas hermosas, Julia María, de 18 años y Grace de 9. Humberto Jr. se acaba de casar, tiene 42 años y ha vivido siempre con ellos, lo extrañan mucho. Pero están encantados con su hijito de seis meses, Maximiliano. Los dos hijos viven cerca, Humberto en Orange y David en Santa Ana.
Humberto Sánchez (Sanchez) es reconocido por su vocación de servicio, se ha dedicado a la comunidad siempre y desde que se instaló en Santa Ana, ofrece una celebración de Navidad, “La Posada del Indio”, el 18 de diciembre desde las 3 de la tarde. La fiesta está abierta para todos, es gratis y dan piñatas, tamales y champurrados, hay música y regalos para los niños, y cada vez viene más gente. El Sr. Humberto participa en muchas otras obras humanitarias, cuando se inaugura algún parque con mucho gusto dona comida, como lo hizo para los 500 trabajadores que hicieron un hermoso parque en un día sobre Fairview, al frente de una iglesia comunitaria, cortaron el pasto, pusieron cemento, columpios y juegos. Ha sido también vicepresidente de la Federación Michoacana cuando Roberto Laureano fue su presidente. Ha creado con gran orgullo el Museo Michoacano en el Delhi Center, trajo piezas valiosísimas y cuadros, pero desgraciadamente ya lo quitaron porque no era negocio para ellos. El Sr. Sánchez ha perdido todas las artesanías.
¿Perder? ¿Cómo perder?
Ellos pusieron todo en una bodega y luego le avisaron al gobierno de Michoacán pensando que era el dueño y al no recibir respuesta decidieron enviarlo a un negocio en San Juan Capistrano para que se venda, ellos reciben el 30% de comisión. Hablé con Armado de la Libertad, muy amable y me dijo que lo hecho hecho está, y me preguntó qué era lo que yo quería y respondí que al menos quería recuperar mis 24 cuadros que aún estaban colgados en las paredes del Delhi. “Eso sirve para el centro de adorno, si quiere le pongo una placa diciendo que Ud. los donó”, respondió. Nos reunimos en persona y por suerte pude recuperar los cuadros y también la bandera que me regaló el gobernador de Michoacán.
El Sr. Humberto Sánchez también está involucrado en un nuevo canal de televisión “Uniendo TV”, con el lema “Uniendo Familias”.
Mi amigo Juan Soto insistió que sea parte de este gran proyecto, él tiene mucha fe en mí, yo de empresa sé pero no de televisión, pero no creo que sea difícil aprender. Ya me convenció y pensé que si me hago de un equipo bueno que colabore conmigo saldremos adelante. Para mí esto es un reto, además quiero mucho a la comunidad, quiero mucho a este pueblo y quiero enseñar al público lo bonito que es Santa Ana, que tenemos muchas cosas buenas y que no solamente hay tragedias como se ven en las noticias. Incluso yo tenía miedo después de vivir 33 años en Lake Forest, pero llego aquí a Flower Park, al norte de la ciudad, a un lugar hermoso, tranquilo con casas lindas, hasta estoy cerca de una casa histórica, ¡la primera que tuvo corriente eléctrica en la ciudad!
El canal está aún inactivo, están negociando con Time Warner para que salga a través del cable.
Sr. Sánchez, ¿qué mensaje tiene para la comunidad?
Que todo se puede cuando se quiere, que deben estar unidos para progresar y que se vale soñar pero también realizar lo que se sueña, no sólo ilusionarnos con algo sino realizar lo que soñamos y ¡meterle ganas! El estudio es lo más importante porque a mí me abrió la mente.
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