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América Bracho- Persona Notable

América Bracho, llega al condado de Orange, por su eficaz sistema de prevenir y sanar condiciones de salud urgentes que afligían en Michigan. Trae un caudal de sabiduría de su experiencia como médico rural en su pueblo en Venezuela, lecciones que atesoró y puso en práctica, con su incuestionable determinación de mantener intacta la dignidad del ser humano, otorgando el derecho a su salud y bienestar. En 1993, América Bracho funda la organización Latino Health Access (LHA), para asistir en las múltiples necesidades de salud de la comunidad latina del condado, sin seguro médico y marginados, y mejorar su calidad de vida y salud a través de servicios preventivos de calidad y programas educativos, enfatizando la participación total en las decisiones que afecta la salud. Luchando contra el sida, diabetes, violencia doméstica y demás, América Bracho hoy conquistó una batalla de siete años: construir un parque en Santa Ana para que familias y niños puedan correr, jugar y mantenerse sanos y feli ces, en un lugar seguro. Pero como en las grandes empresas de la vida, América necesita más que nunca la colaboración de usted y más organizaciones, para seguir construyendo un condado más saludable y próspero.

Recientemente, un periodista de PBS le preguntó si ella era una “organizadora comunitaria”, Amé rica le respondió, “sólo soy una persona que cree, que milita en la esperanza de crear comunidades saludables a través de la educación, por radio, televisión, organizando la comunidad, votando, enseñando, creando un parque, haciendo tamales”

www.pbs.org/moyers/journal/10162009/watch2.html

Siete años atrás, Irma, una mamá que ya estaba trabajando con LHA, vio horrorizada como un auto atropellaba a un niño, uno de los tantos que juegan amontonados en parking lots en Santa Ana, en busca de su pelota que se le había ido a la calle. Después de muchas reuniones, Irma, LHA y el cónsul de México de entonces, Luís Miguel Ortiz Haro se dirigieron a oficiales de la ciudad para pedirles uno de los varios lotes vacantes que tiene para construir un parque para que los niños puedan reunirse y jugar sin riesgos. Dijeron que no, que esos lotes correspondían a dineros para el desa-rrollo de esas zonas. El cónsul les dijo enton ces, “¡pero el dinero tampoco es para tener eso vacío por diez años! Me parece tan ilegal usarlo para otra cosa como no usarlo”.

Las mamás y LHA no cesaron de tocar puertas para que el parque sucediera. Luego la ciudad les comunica que había otro terreno ubicado frente a Northgate Market, sobre la cuatro. Después de algunos años resuelven hacer el contrato, Wells Fargo dona dinero; Saint Joseph ofrece sus abogados, arquitectos e ingenieros para hacer planos, permisos y demás documentos y una señora de Corona del Mar dona ¡100.000 dólares! “Se convirtió en el ángel del parque”, dice America eufórica. “La comunidad sigue vendiendo tamales, carne asada, elote, hacen garaje sales, un grupo de consejeros sigue recaudando más fondos, porque se va a necesitar mu cho  más para completar el sue ño del parque comunitario”, dice América.

América Bracho continúa sembrando, cons truyendo lide razgo y ese líder, que no sabía que era un líder (porque es esa mamá que vende ta males, que lim pia casas y está pagando la escuela de sus hijos), hasta que toma cursos de liderazgo en LHA y termina involucrándose, interesándose y teniendo un mecanismo para participar y para cambiar su comunidad. Estos son los líderes que LHA recluta.

América Bracho nace en la ciudad de Cumaná en Venezuela, cuidad que queda al este del país, sus padres fueron docentes y tiene una hermana dos años mayor. Se cria ron en Caracas y sus padres fueron muy activos en su comunidad, profesores de la vieja guardia, que sabían que no se puede ser educador de un alumno y no importarle la vida del mismo. Su papá decía que no podía enseñar biología y hablarle de animalitos del mar a estudiantes que nunca habían visto el mar. Así que se llevaba a los niños frente al mar a dar su clase varias veces al año. Desde que nací, en mi casa siempre se respiró comunidad y trabajo co munitario”, dice América. Ella ama a sus pa dres con locura, sabe que la influencia que tiene de ellos es enorme, y tiene planeado pasar esta Navidad con ellos y su hermana  en la isla Margarita adonde viven.

¿Tienes recuerdos de cuando eras niña?

Cuando estaba en primer grado, alguien vino a la escuela y nos cuenta sobre el polio y de los niños que se quedan paralíticos. Nos dijo que la lucha contra el polio, las vacu nas y las campañas educativas de la organización Fe y Alegría que aún existe, costaban mucho. Nos dio rifas para vender, esa historia me conmovió tanto que vendí rifas todos los años. Recuerdo mi angustia diciéndole a la gente, “señora estos niños se están quedando paralíticos y si Ud. no me compra la rifa no tienen dinero para curarse”.

America tenía 11 años cuando vio a un niño amarrado a un árbol, tenía el síndrome de Down, su mamá le dijo que se le escapaba. Horrorizada llegó a su casa a preguntarle a su mamé qué se podía hacer para liberarlo. América no aceptaba esa realidad. “Ahora creamos en LHA un programa de niños promotores, yo tengo gran fe en los niños porque sé que pueden cambiar sus comunidades”, dice convencida.

¿Qué recuerdos tienes del high school?

Me encantaba. Al final se me dio por el activismo, por el trabajo comunitario y me sumé al movimiento estudiantil de Vene zuela. Pero cuando tenía 14 años mis padres decidieron hacer una maestría en Florida Atlantic University y yo cursé el décimo grade en Boca Ratón. Ese año fue el de la integración racial, llevaban autobuses con niños negros a pueblos con puro blancos y viceversa, para forzar la integración. A Boca Ratón venían muchos niños afroamericanos de otros pueblos y se armaban unas peleas hasta de cuchillos, yo estaba espantada. No podía entender este racismo. Conocía el de Venezuela, palabras y actitudes racistas, pero este tan brutal, era desesperante. Mis abuelos paternos son negros, mi papá es más negro que blanco, mi abuelo materno es rubio con ojos azules y mi abuela materna es más indígena, una buena mezcla como dice la canción venezolana, “salimos todos con las plumas del pavo real”. Por eso no concibo que se critique, cuestione, condene o limite la inclusión de alguien por algo que además está fuera de su control, esas no son cosas que tu puedes cambiar ni tienes porqué cambiar porque la diversidad enriquece. Para mí fue una experiencia traumática. En aquel momento lo único que yo quería era volver a Venezuela.

¿Cuánto tiempo estuviste en Florida?

Sólo un año y cumplí mis quince allí. Cuando mi mamá me preguntó qué quería que me regale, yo le dije, “quiero que me hagas ha-llacas”, son los tamales venezolanos y se los llama “tamal de hoja de plátano”. Mi mamá se rió porque tenía que conseguir hojas de plátanos y en ese entonces no habían mercados latinos, pero cuando llegué de la escuela yo comí hallacas.

Su mamá había recorrido todas las haciendas de Florida pidiendo que le regalen hojas de plátano.

América termina el HS y comienza medicina.

¿Por qué medicina?

Yo vi en medicina una posibilidad para ayudar a la gente en uno de los sufrimientos más vinculados a la dignidad humana que es el derecho a la salud. El sufrimiento causado por la enfermedad roba a la gente su dignidad. Y la protección de la dignidad pasa por el hecho de que tiene que haber servicios de salud que la ayude. La enfermedad es tan intrínseca a la dignidad humana que la salud tiene que ser un derecho. Yo milito en la idea de que la salud es un derecho. Me gradué de médico en Caracas y me fui a trabajar a mi pueblo. Además, mi mamá siempre decía que su gran sueño era regresar a su pueblo como médico, pero cerraron la universidad en Venezuela y tuvo que estudiar otra cosa.

“Estudiar medicina en Venezuela fue mara villoso porque desde el primer año ves pacientes, estás en los hospitales, te dejan que ayudes, y no te firman el diploma hasta que no haces trabajo comunitario después de la graduación. Yo materialicé el sueño de mi madre de trabajar en nuestro pueblo. Y me quedé porque me enamoré del medio rural y en ese medio nacieron mis dos hijos. Yo había conocido a mi esposo cuando cursaba medicina, nos graduamos juntos y él se fue a trabajar como médico al pueblo de al lado.

Mi pueblo está en la costa, al frente de mi casa hay un golfo y tu ves unas montañas con casitas al otro lado y para atrás hay montañas y más montañas llenas de campe sinos. Yo los atendía a ellos, a los pesca dores, y me iba en un bote lleno de vacunas o en un jeep o cruzaba a burro adonde tuviera que ir. Ahí descubrí a las promotoras de salud”, dice América con mucho orgullo.

América comenzó a ejercer en su pueblo con la ayuda valiosa de Carmen, su asistente de enfermera, que es el equivalente a una promotora de salud. Carmen era de ese pueblo, la conocía todo el mundo, la respetaban y tenía gran cariño por el trabajo que hacía. En cada pueblo había una asistente de enfermera. Carmen la recibe con las cosas organizadas diciendo lo que tenía o no tenía que hacer. Todos los niños del pueblo estaban vacunados y era el resultado de la interacción riquísima entre este asistente de enfermera y su comunidad, donde la relación humana no tiene sustitución, esa relación está llena de amor, de compromiso.

América admiró la capacidad de esta asistente de enfermera de resolver problemas médicos sin ser médico, “eso me demostró que la medicina no es un misterio, que si se entrena a la gente sobre los principios fundamentales de cómo se resuelven las enfermedades y cómo se hace la prevención, se lo logra”, asegura America.

Admiró también cómo el pueblo responde y resuelve los problemas que se presentan con pocos recursos, “yo no creo que uno necesita miles de millones para hacer las cosas bien y no sé trabajar sin promotores”, dice América.

“Allí en el pueblo, un grupo de niños de HS hicieron una encuesta para conocer el estado de salud de todo el distrito; creamos un laboratorio porque la gente tan pobre debía ir a la ciudad, gastar en autobuses y en comida para hacerse un examen de diez minutos. Ese laboratorio aún está funcionando, un laboratorio con todas las de la ley, empezó muy rústico y nadie creía que iba a suceder pero yo fui a Caracas a mi universidad y les pedí a los profesores que nos ayuden y el rector me dijo: ‘mira América, en el sótano se almacenan todos los aparatos viejos de todos los hospitales, recoge lo que te interese’. Un señor que tenía un camión nos trasladó ese tesoro y con eso se creó el laboratorio.

Muy pronto en mi vida me di cuenta que las soluciones no están en manos de ningún partido, pero están en crear conciencia y compasión y que es, con el pescador, con el político, con el maestro, con el cura, con quienes se construyen soluciones, cuando nos olvidamos de lo que nos hace dife-rentes y nos acordamos de lo que nos hace iguales.

Ví muchísima gente enferma con ‘enfermedades tropicales’, pero eran enfermedades de la pobreza, las parásitos, las diarreas, la tuberculosis, la malaria.

Ahí empezó mi otro nivel de conciencia, donde me pregunté si yo quería quedarme viendo pacientes todos los días o aprender cómo transformar esos sistemas, qué se debe hacer para que haya agua potable, recolección de basura, etc. Yo era muy joven, me gradué de 25 años, pero un buen día resolví aprender cómo cambiar todo esto”, dice convencida.

Supo que en Caracas se daba un curso de Salud Pública que incluía Educación para la Salud y que los profesores que la enseñaban se habían graduaron en escuelas de EU. Y, a pesar de su mala experiencia en Florida, su esposo y ella piden una beca, y parten a Michigan, lugar en donde los aceptan.

Termina su maestría pero con desilusión descubre que en Venezuela no había ningún trabajo en ese momento.

En Michigan ya estaba al frente del primer programa de sida para los latinos de todo el estado, la epidemia empezaba.

América sigue avanzando mientras espera alguna oportunidad en Caracas. Trabaja en los barrios latinos más pobres de Detroit, con gente infectada, ex-adictos, ex-prostitutas y los recluta como promotores de salud y crea un gran equipo. Se hizo un programa excelente hasta crear el Midwest Hispanic Aid Qualition que incluyó a todo el país. Una época dura de ataques contra los homosexuales. Crea una red nacio nal con latinos para que el mensaje fuera más relevante y así conoce gente en California.

Un día le ofrecen hacerse cargo de la programación de salud para la primer emisora en español que funcionaría 24 horas al día en el Condado de Orange. Viene y se encuentra con una comunidad latina enorme sin nada, era invisible. Acepta el trabajo y crea el primer programa de salud hablado “La familia y su salud”. Conoció a Alberto Gedissman y a Ana Noga les, quién ya tenía su programa “Aquí entre nos”. Se hizo un primer estudio que demostró que no habían servicios ni una agenda de salud en el condado, pero un año después la radio se vendió y el grupo que realizó ese estudio se convirtió en la junta directiva de LHA.

En 1993 nace LHA para asistir en las múltiples necesidades de salud de la comunidad latina marginada del condado, y mejorar su calidad de vida y salud a través de servicios preventivos de calidad y programas educativos.

¿Qué programas ofrece LHA?

Nuestro primer programa en Santa Ana fue so bre diabetes porque era lo urgente, pero nosotros   sabíamos  que habían muchos pro blemas más y que debía mos lidiar con todo eso y transformar esta comunidad. Y eso no se podía soluciona con un enfoque tradicional. Porque si América se pone a educar una persona por día, jamás se podrá avanzar para cubrir la infinidad de problemas que enfrenta la comunidad. Sólo entrenando promotores se podría lidiar con más cosas a la vez. Así que se comenzó a reclutar y formar promotores de salud.

Una experiencias dramática marcó la organización muy pronto cuando un alumno de una de las clases de diabetes se quedó ciego. Y cuando se les preguntó a los compañeros si ellos se operarían para prevenir el quedarse ciegos, alguien contestó, “yo tendría esa operación aunque tenga que vender tamales”, respuesta que llevó a crear su slogan: “Una comunidad más sana aunque tengamos que vender tamales”. Desde entonces LHA vende tamales y el dinero se usa para pagar operaciones de gente con diabetes.

¿Dónde se dan los programas?

En los barrios que más los necesitan, de donde se reclutan los promotores también. Los programas se dan en casas, en patios, en el garaje de alguien y la gente trae sus si

llas y las clases las organiza la que quiera de verdad transformar su comunidad y hacerla más saludable y prós pera. LHA es un instituto para la participación comunitaria, nosotros cree mos que sin esta participación es imposible el cambio. Y sabemos que las comunidades solas no lo pueden hacer, que deberían participar todos, médicos, maestros, dueños de negocios, para lograrlo para beneficio de todos. LHA crea mecanismos de participación para todo el mundo, LHA tiene niños de 6 años que ya están transformado su comunidad y de 75 que también lo están haciendo.

Luego añadimos un programa sobre violencia, después el juvenil, con chicos de 12 y 13 años, y creamos un grupo de 12 líderes juveniles los cuales se han graduado todos del colegio y cinco trabajan con LHA como adultos, son nuestros asistentes de evaluación. Luego se creó uno sobre obesidad, para construir un parque, para organizar el voto latino como parte de la estrategia de salud. LHA trabaja en todo el condado, desde Buena Park a San Clemente.

¿Cómo se contacta LHA con la comunidad?

Logramos cerca de 40.000 personas en el año. Tocamos las puertas de sus casas, las encontramos en tiendas, ferias, escuelas, iglesias, en las calles, etc. El primer año tocamos 11.000 puertas para conseguir 1500 personas mayores, al año siguiente 6000 más y después 7000 y después 8000.

¿Cuántas personas trabajan en LHA?

Ahorita somos 57 de los cuales 32 son promotores comunitarios asalariados, con todos los beneficios, ellos son los ojos, los oídos de esta comunidad. Tenemos 180 jóvenes y niños promotores y el promotor más chiquito tiene 6 años. Los niños vienen todos los días después de la escuela a entrenarse como promotores. Y el más grande de todos los promotores tiene 75 años, y está trabajando con nosotros desde hace diez años, el programa se llama Personas Mayores y él sale a la comunidad, como lo hacen todos los demás, a encontrar más gente, también da clases. Gracias a ese programa descubrimos que a la gente mayor latina no les llegaban los servicios que recibe la gente de más dinero. Son programas de asistencia que les corresponde, que existen y que lo merecen.

Tenemos mujeres al frente del programa de violencia doméstica que entraron como víctimas y ahora enseñan; gente con diabetes, que da los programas de diabetes, además ofrecemos programas para la prevención de lesiones, de envenenamiento, para peso saludable, de salud mental, depresión, programas para el fortalecimiento de la familia donde vamos a la casa y trabajamos con la mamá en desarrollo temprano.

¿Cómo describirías a LHA?

Una agencia que responde con relevancia, en corto plazo, a las situaciones que se le presenta. Por ejemplo en el programa de diabetes, una señora como así también su hija, sufrían de violencia doméstica. Su hija quería que la ayudáramos, pero no tenía mos un programa de violencia doméstica, aunque varias de nuestras promotoras habían sido o eran víctimas. Cuando fuimos a ayudarla, ya la habían matado, eso creó una crisis en LHA porque aparte del dolor, muchas de las trabajadoras se veían reflejadas en esa joven. Ese día decidimos tener un programa de violencia doméstica incluyendo a hombres y se comenzó con un proyecto que se llamó “Proyecto honor”.

Cada vez que se nos presenta un problema urgente, creamos un programa y empe zamos a solicitar dinero federal para pagarle a nuestros promotores.

LHA es el instituto de participación, tu dinos lo que necesitas y si tiene sentido y está de acuerdo con nuestra filosofía, se busca el dinero y se lo lanza.

El doctor Federico Vaca, panameño, de UCI vino un día diciendo “América me llegan tantos niños muertos de esta zona, por accidentes porque no tenían su sillita de seguridad puesta o la que estaban usando estaba partida, o el niño era muy grande para ese asiento, o muy chiquito. Estoy muy angustiado porque estos niños llegan muertos o quedan incapacitados de por vida. Fui al hospital a preguntar qué se podría hacer y me enviaron a hablar con Ud.” Yo le contesté que si este programa va a pasar será porque Ud. nos va a ayudar, porque LHA no hace nada por nadie que la gente no esté lista para hacer. Y el doctor dijo, pues, ¡claro! Y empezamos a buscar el dinero. Esto sucedió hace como ocho años y creamos el primer programa para asientos de seguridad en español en el condado y se llama Asegúrame. Y empezamos a educar a la comunidad, a quitarle esas sillas viejas y darles sillas nuevas gratis, hemos dado ya miles de miles de sillitas.

Además, LHA ha logrado asociaciones muy valiosas con diferentes grupos muy importantes como Kaiser de Santa Ana. Hoy día LHA tiene un lugar en una clínica comunitaria donde Kaiser atiende a todos sus pacientes y éste es el programa mandatorio de práctica familiar de Kaiser. LHA da clases para los miembros de Kaiser y recibe remuneración.

El programa de diabetes de LHA se ha replicado en San Diego y en Los Angeles. Han entrenado promotores en Rochester, Australia; en South Africa; en Oaxaca, porque la gente finalmente ve el valor que tienen los promotores con concepto de lide razgo comunitario como viene demostrándolo LHA desde hacen ya 16 años. Y, en la actualidad, LHA está escribiendo un libro sobre la organización.

América Bracho ha recibido infinidad de reconocimientos, participa en innumerables mesas directivas y sigue perfeccionándose profesionalmente. Ella asegura que cada uno de nosotros es una pieza valiosa en ese rompecabezas que arma una ciudad más saludable, próspera y segura, una ciudad de todos. “Si tu entiendes que tu eres parte de eso, entonces no te podes quedar sentado, contemplando el cielo. Cuando tu entiendes que debe haber acción, es cuando tu pasas de la reflexión a la acción, entonces tu dices yo tengo que hacer algo, ya sea donar ideas, donar tu tiempo para enseñar a los niños a leer, para ayudar en algo, tu tiempo o tu dinero, aunque sean esos $10 que te vas a gastar para comer algo que tal vez hasta te haga mal, ¡dónalo! “, urge America.

América crea Latino Health Access para asistir en las necesidades de salud de la comunidad latina más necesitada del condado de Orange. Hoy su obra, a través de sus promotores de salud, y otros colaboradores valiosos, ha trascendido fronteras y para seguir construyendo bienestar y seguridad necesita de su ayuda y participación.

Para más información llame al (714) 542-7792.


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